Una calurosa semana de mediados de julio, con los trastos de pintar arriba y abajo que acabaron por romper una rueda a mi frágil carro, con un montón de distracciones y de dudas, con las ventoleras de mediodía entre las callejuelas capaces de tumbar un caballete, y con mis dudas sobre los grises o mi paleta de primarios, sobre cómo salir a flote con mis óleos sin pringarme hasta los tuétanos, con muchos nuevos amigos y nuevos propósitos para la próxima temporada. Entre conferencia y conferencia y sesiones al aire libre, una tarde nos visitó el maestro Antonio López. Volví frustrado por no haber podido terminar una obra de gran formato como hubiese sido mi deseo, pero volveré el año próximo para no quedarme con esa espina.