viernes, 11 de diciembre de 2015

Una escapada a Murcia

Hace unos días se han casado Emilio y Gloria, y hemos bajado en familia hasta Murcia y Lorca, el lugar en donde nació Gloria, y donde conserva a toda su familia. Ha sido un auténtico ‘bodón’ de los que ya no suelen verse, más al gusto de la familia de la novia que de la propia pareja, pero algunas tradiciones tienen raíces muy fuertes. La tarde de vísperas llegamos a Murcia al anochecer, y estiramos las piernas por la ciudad, de la que apenas recordaba nada de mi única y fugaz visita hace unos años. 


Paseamos entre un ambiente festivo y pulcro hasta la catedral (arriba). Eran las ocho y media cuando llegamos y ya estaba cerrada, pero muy bien iluminada; barroca y recargada, pero impactante. A falta de catedral, pasamos a contemplar un enorme belén instalado en un patio del Palacio Episcopal, con múltiples escenas y repleto de minuciosos detalles. De regreso al hotel, paseamos por la calle Trapería, sobre un recorrido en alfombra roja hasta el mercadillo artesano de Navidad. Fue un paseo muy bonito, cuyo recuerdo permanecerá por mucho tiempo en nuestra memoria.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Despedida de otoño en Aranjuez

Hoy nos hemos acercado a dibujar al pueblo de Aranjuez, para despedir la temporada de otoño, no sin cierto cansancio acumulado. Ha hecho un día estupendo, soleado, luminoso y brillante. La población está muy solitaria, como vacío estaba el salón del Rana Verde donde hicimos nuestra parada a media mañana, para tomar unos bocadillos y evitarnos una larga comida. A nuestro lado, un grupo de músicos aficionados ensayaba el concierto de Aranjuez, con más voluntad que armonía, para amenizar la comida a un grupo de turistas japoneses. 


Con el estómago agradecido, nos hemos adentrado en el vecino Parque del Príncipe. El otoño se está deshaciendo a pasos agigantados. Una buena parte de los árboles dejan pasar la luz a raudales entre sus ramas, y el resto están perdiendo su explosión de color. La orilla del río está silenciosa. Una piragua se desliza a escasos metros, y varios grupos de patos se mueven pasivamente río arriba, y río abajo. Apenas nos hemos cruzado con media docena de personas. Los jardineros amontonan las hojas de los suelos con ruidosos artefactos sopladores, mientras que los remolques acumulan las montañas de desechos junto a los invernaderos. Afortunadamente, hemos podido esbozar un par de dibujos (arriba y abajo). antes de huir del polvo.


Visitamos el Palacio, en la gratuita de los jueves a partir de las 3pm. No tuvimos guía, ni hicimos apuntes de dibujo, pero esta visita inesperada resultó muy agradable, justo a tiempo para volver a la estación y coger el tren de regreso a Atocha. Me traigo conmigo los recuerdos de muchos lugares donde me gustaría pararme a dibujar: en el palacio, en los jardines, junto al río, en el restaurante, en las corralas, la estación de tren, en la nostálgica avenida de los árboles centenarios… Seguro que volveré pronto, quizás en primavera.