domingo, 24 de noviembre de 2013

Han llegado las primeras nieves y la sierra está bastante cubierta

Por fin he vuelto al Alto del León. He dejado atrás la zona de trincheras 'nacionales', a la que ya volveré más adelante, para seguir haciendo apuntes a lo largo del camino que lleva hasta La Peñota (1.945 metros). Como siempre, he dejado atrás a Fernando y Elena marcando el sendero y me he adelantando hasta una zona elevada del camino, cerca de un puesto de  vigilancia de la zona 'republicana'.  Hay bastante nieve y el viento pasa por la cumbre con bastante violencia dando una sensación de frío muy acusada. Hace un día soleado por vertiente de Madrid, pero la ladera de Segovia está totalmente cubierta y las nieblas se hacen y se deshacen muy cerca de donde estoy sentado.





Avanzo en el dibujo lentamente, porque apenas puedo dar acuarela. El agua se cristaliza nada más pasar el pincel por el papel y se forman unas diminutas bolas de pintura. Al cabo de unos cuarenta y cinco minutos no soporto más el frío intenso, recojo los trastos y me voy a al refugio -en el centro del dibujo, al fondo del camino- a tomarme unas pequeñas provisiones: un pequeño sandwich, un plátano y una onza de chocolate. Me ha sentado bien y, sobre todo, he disfrutado del sol al abrigo del viento.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Una nueva fría y soleada mañana en Cercedilla, el 20N

He vuelto a Cercedilla esta mañana, acompañando al grupo de mantenimiento de senderos de los miércoles. Han caído las primeras nieves en las cumbres de la sierra y hace mucho frío, a pesar de ser una mañana con grandes claros de sol. He dejado a mis amigos repintando señales y, después de tomar un pincho de tortilla, me he sentado a dibujar en la colonia de chalets situada en el viejo camino de El Escorial. Frente a mi se encuentran varias fincas solitarias y cerradas a cal y canto, dejadas a su suerte hasta la temporada de vacaciones. La casa de la derecha, oculta entre los árboles, se hace llamar 'Villa Perpetua'. ¡Vaya nombre!... ¡Quizás el dueño pensaría vivir eternamente!.













Me pongo algo melancólico cuando veo estas urbanizaciones casi fantasmas. Me imagino las tremendas ilusiones de sus primeros constructores, posiblemente para disfrutar en familia, quizás llenas de vida con hijos pequeños; después con hijos mayores y sus ruidosas proles; para volver a quedar de nuevo en silencio al cabo de los años.
Han pasado varios transeúntes solitarios, que después de quedarse sorprendidos de ver a un extraño sentado en una silla plegable en medio de la acera, han reaccionado más o menos de la misma manera. Todos miraban de reojo lo que me traía entre manos; casi todos me han dado los buenos días; alguno me ha ignorado, como si mi presencia fuese algo habitual; y solo uno se ha acercado a ver qué hacía. 'No tiene frío', me dijo. 'Si, hace bastante frío, pero como me espere al calor, no pinto en seis meses', le dije... 'Claro', me dijo y se marchó calle abajo sonriendo satisfecho.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

En la casa del Casa del Libro, el 23F

A lo largo del tiempo he pasado muchas horas en la Casa del Libro, de la Gran Vía de Madrid. Fue la primera librería abierta por la editorial Espasa Calpe en 1923. Allí he comprado un buen puñado de libros de mi biblioteca, de temas históricos a económicos, de ingeniería a filosofía. Me gusta ojear los libros, leer las cubiertas y los índices, para tener una visión de su contenido. Leo un par de párrafos en pocos instantes para comprobar la calidad de la edición y el sentimiento que transmite el libro. De ese modo puedo pasar un buen rato hojeando en varias plantas antes de decidirme a comprar nada, pero disfruto enormemente, como si los hubiese comprado todos en uno solo.













De todas mis visitas a la Casa del Libro recuerdo especialmente un día: el 23 de febrero de 1981. Ese día debí salir de la librería hacia las siete de la tarde. Al entrar en contacto con la calle, me sorprendió un ensordecedor ruido de sirenas, de coches de policía y ambulancias. Algo ha pasado, pensé. ¿Otro atentado de ETA?, era lo primero que podía venir a mi cabeza... Al llegar a mi apartamento, oí por la radio que el país estaba conmocionado por un intento de golpe de estado, que estaba siendo liderado por un teniente coronel de la Guardia Civil, que mantenía secuestrados dentro del Congreso a los parlamentarios de las Cortes. Posiblemente fui algo insensato, pero no me sentí especialmente intranquilo y pensé que aquello se solucionaría de alguna forma. Cuando cayó la noche, di un paseo en coche por las desiertas arterías de Madrid para pulsar el ambiente. Al día siguiente, el intento de golpe fue abortado completamente.

martes, 5 de noviembre de 2013

Mi pintura y la Biblioteca Nacional

Hoy he pasado hora y media haciendo un boceto frente a la Biblioteca Nacional. Mis primeros recuerdos sobre este edificio se remontan a mi época de estudiante universitario, a principios de los 70. Era un Madrid gris y austero, coincidiendo con los años finales de una larga dictadura. Mis recuerdos no están asociados con la búsqueda de libros o con interminables horas de estudio en una magnífica biblioteca, sino porque me convertí en un asiduo visitante de las exposiciones temporales artísticas que se celebraban en unas salas de la planta baja. Fue un rayo de luz que me sirvió de evasión durante mis áridos primeros años de estudios de ingeniería. Allí pude descubrir la impactante y titánica escultura del aragonés Pablo Gargallo, la violencia de colores del también aragonés Manuel Viola, o los maravillosos y minuciosos grabados del bávaro Alberto Durero, junto a otro buen número de otros autores de los que ya apenas puedo recordar individualmente.
De regreso al futuro, hace ya algunos meses que he vuelto a frecuentar las renovadas y modernas salas de exposiciones de la Biblioteca. Es una observación más nostálgica, pero igualmente valiosa. En 'La Transición en tinta china', he refrescado recuerdos de lecturas inolvidables. Con Nicanor Parra o Esteban Lisa he descubierto la vida y obras personajes totalmente desconocidos para mi hasta estos momentos... ¡Larga vida a la Biblioteca Nacional!