He llegado con tiempo al recinto del museo, a primera hora de la tarde, y me he sentado a dibujar a la sombra en un banco del jardín. Tengo la sensación de haber llegado a un oasis, aunque debo hacer un esfuerzo por abstraerme del ruido de coches subiendo y bajando por la calle Martínez Campos. Me fijo en las diminutas fuentes que alegran de vida de este rincón, llamando la atención frente a los luminosos pedestales del otro lado del huertecillo. La imponente casa domina la escena, desde la izquierda, compartiendo espacio con árboles frondosos, y devolviendo referencias de luz a todas partes. Adentro espera la colección permanente de unos de los pintores españoles más importantes de todos los tiempos y una magnífica exhibición temporal sobre 'Sorolla. Arte de la luz'.
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