Apenas ha pasado mediodía y se acrecientan los preparativos en la iglesia se San Ginés, ubicada en la madrileña calle de Arenal. He estado tomando algunos apuntes durante un par de horas. No se puede pasar al interior de la iglesia, porque el paso de la Virgen de la Soledad ocupa toda la entrada del templo, custodiada por dos jóvenes mujeres. Mientras dibujaba, han llegado un par de cuadrillas con instrumentos musicales, que han depositado en la sacristía antes de dispersarse a comer algo por los alrededores. El pequeño acceso está muy concurrido.
A las cuatro en punto salen las dos procesiones, la Soledad desde la iglesia de San Ginés y el Cristo Yacente desde el monasterio de la Encarnación. Las comitivas se unen en la plaza de Ramales, donde representan una escena de encuentro de la virgen con su hijo, y continúan hacia la calle Mayor y la Puerta del Sol, antes de volver a sus lugares de origen. Nos esperan tres largas horas de músicas y baile de los pasos, acompañados por cofradías venidas de varios pueblos y barrios de la comunidad.
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