miércoles, 30 de octubre de 2013

Fresco, sol y sombra, en el apeadero de Camorritos

Ha hecho una soleada mañana de finales de octubre. De esas que te confunden en pocos centímetros, porque pasas de la calidez del sol a un frío penetrante en las zonas de sombra. Mientras Fernando y su reducido grupo de voluntarios se han puesto a repintar las señales del sendero GR10, yo he tomado posiciones para dibujar. Mi primer dibujo ha estado dedicado al apeadero de Camorritos, desierto y semiabandonado, donde se apilan traviesas y vías para reponer en futuros mantenimientos. El apeadero dejó de funcionar en 2011, aunque el tren sigue haciendo el recorrido desde Cercedilla a los puertos de Navacerrada y Cotos. He visto un pasajero a través de la ventana y he hecho un saludo amistoso con la mano al conductor, que me ha devuelto un estruendoso y breve pitido de su ronca sirena.













En Camorritos, situado montaña arriba desde Cercedilla, se ubica una colonia de un puñado de chalets, iniciada en los años veinte, de la época en la que ir a veranear a la sierra era síntoma de prestigio y buena posición económica. Las parcelas son enormes, a tono con las construcciones que quedan perdidas entre sus arboledas. Hay algunos rastros de vida permanente en el lugar, una media docena de coches en los caminos se acceso, humo en un par de chimeneas, carteles intimidatorios de compañías de seguridad en sus vallas y algunos perros guardianes que se mantienen silenciosos y confiados, aunque me siguen atentos con la mirada... La serenidad del entorno es esplendida y apenas se ve turbada por la huella sonora del tren que inunda el valle regularmente cada cierto tiempo. Un tren nostálgico que no lleva prácticamente a nadie en muchas épocas del año, ni a la ida, ni a la vuelta.

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