sábado, 11 de octubre de 2014

Llegan las tormentas de otoño

Acabamos de empezar la temporada de tormentas de otoño, esas que misteriosamente siempre arrecian para aguar los planes de fin de semana. Ha estado lloviendo toda la noche y me temía lo peor, pero los cielos han amanecido serenos, aunque divididos, dejando ver al sol ir y venir entre nubes y claros. Huele a tierra mojada, mientras algunos bancos de niebla se están levantando hacia la sierra, dejando paso a una franja de luz espectacular que parece brotar de la tierra. He conducido unos cuarenta minutos hasta el lugar de cita, en la antigua estación de Mataespesa-Alpedrete, un punto en el camino ferroviario hacia la sierra de Guadarrama. Creo que la original se construyó en 1888, nada menos que diez años antes de la olvidada guerra de Cuba que tanto angustió a nuestros abuelos.


Son las diez de la mañana y apenas hay cuatro viajeros esperando al próximo tren. La temperatura es fresca y tendremos que estar bien abrigados, pero creo que podremos dibujar sin sobresaltos de lluvia. Todo está cerrado a cal y canto: desde los aseos, a la cantina y la taquilla. Solo parece funcionar una de esas monstruosas máquinas expendedoras de billetes. Cruzamos de andén por un paso sobre las vías y nos sentamos a dibujar. La conversación fluye con ingenio y buen humor, mientras cada uno está absorto en su cuaderno. El lugar es bastante tranquilo, porque solo hay un tren cada hora, pero la mañana ha pasado volando. Me recuerda la imagen de esos documentales tomados con cámara fija, en la que los cielos y las cosas se mueven sin pausa dentro de un mismo escenario. Al final, rematamos con una buena cerveza y unas suaves anchoas de Santoña...

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